lunes, 14 de diciembre de 2015

 | 2015/12/11 18:00

El pueblo que prohibió la Coca-Cola

La mayoría de habitantes de ese lugar padecían diabetes y obesidad, pero decidieron hacer algo al respecto: vetaron la venta de bebidas azucaradas en su propia comunidad.
 Los 360 habitantes de Amatu consumían 40.000 litros de bebidas azucaradas al año, 20.000 solamente en Coca-Cola. Foto: BBC
BBC
Muy pocas personas en el mundo saben lo que significa Mai Wiru. Es una expresión en la lengua de los Anangu –una comunidad aborigen que habita en la inmensidad del desierto australiano– que se traduce como "buena alimentación".

Al igual que muchos otros pueblos indígenas que fueron colonizados, los Anangu tienen problemas de salud, concretamente relacionados con la alimentación.
Una de las razones es que cuando tuvo lugar la colonización, a los Anangu les privaron, en gran medida, del acceso a sus propios recursos naturales, entre ellos, la comida.

Por eso desde hace años se alimentan de "comida basura", con alto contenido en sal y azúcar.

Entre la diabetes y la obesidad

"Viven en sociedades donde abunda la diabetes, la obesidad, los fallos renales y las muertes prematuras", dice John Tregenza, una de las primeras personas que ayudó a los Anangu en la década de 1970, y que ahora forma parte del proyecto Mai Wiru. "Los eventos sociales más habituales son los funerales", asegura.

Tregenza dice que la alimentación es la principal causa de las enfermedades y la muerte en esta comunidad.

"Cuando iban a comprar a su tienda local, no encontraban muchos productos saludables, por eso en las dos últimas décadas las insuficiencias renales terminales se hicieron endémicas".
 
Los últimos datos nacionales estiman que cerca de un 19 % de los problemas de salud de los indígenas australianos están relacionados con su dieta, especialmente con la falta de ingesta de frutas o verduras.

"Se necesitan subsidios gubernamentales para que los Anangu tengan acceso a la comida y para que ésta sea asequible a quienes viven en la pobreza", sostiene Tregenza.
Y su mensaje se hizo eco.

Coca-Cola para todos

Cuando el actor y director australiano Damon Gameau comenzó a investigar los daños que causa el azúcar en nuestro cuerpo para la elaboración de su documental That Sugar Film (que se estrenó en 2014), estaba particularmente inspirado por la labor de Tregenza.

"Hace 12 años supe por primera vez del trabajo de Tregenza, quien me invitó a visitar Amata, la comunidad indígena en la que vivía", le contó Gameau a BBC Mundo.

"Me quedé muy impactado al ver la cantidad de Coca-Cola que consumía la gente, incluso se la daban a los bebés... Esa imagen se quedó grabada en mi cabeza".

Gameau se preguntó si la situación seguiría siendo la misma después de tanto tiempo, y decidió informarse por su cuenta.

"Encontré un artículo de 2009 sobre el tema, que mencionaba cómo varias comunidades indígenas decidieron ponerse de acuerdo para prohibir la venta de bebidas azucaradas en sus tiendas".

Uno de los motivos que movieron a Gameau a seguir investigando fue el hecho de que se tratara de "una historia positiva sobre la comunidad aborigen", pues "la mayoría de las veces se habla solamente de la parte negativa, como el consumo de alcohol", explica el australiano.

"También me llamó la atención el hecho de que la idea naciera de los aborígenes, y no del exterior. Entonces retomé el contacto con Tregenza, que es un ser humano extraordinario", cuenta.

Pero ¿cómo llegó esta remota región del noreste de Australia a vetar las bebidas azucaras en su propia comunidad?

"Un proceso educativo" El primer paso fue la educación.

El objetivo, concienciar a la población sobre los problemas generados por la mala alimentación, con ayuda de nutricionistas y expertos en la materia.

En 2007, Amata tenía 360 habitantes, que consumían 40.000 litros de bebidas azucaradas al año: la mitad de eso, Coca-Cola. Y fue en el año 2008 cuando decidieron prohibir la venta de las bebidas azucaradas que más se vendían en la tienda local: Coca-Cola, Passiona y Powerade, sustituyéndolas por bebidas sin azúcares.

Esta medida se extendió a otras comunidades aborígenes en el país que formaban parte del proyecto Mai Wiru.

Sin apoyo gubernamental

Sin embargo, en el año 2009 el gobierno recortó fondos, se llevaron al nutricionista, impidiendo el desarrollo del programa educativo e introduciendo nuevas bebidas azucaras en la región.

A día de hoy, los habitantes de Amata consumen un 30 % de azúcar al día -y la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que sea sólo entre un 5 % y un 10 %.

Fue ésta la situación la que se encontró Gameau cuando visitó el poblado por primera vez en 12 años. "Era evidente que la gente no era feliz, que estaban enfermos y que necesitaban ayuda de forma desesperada", recuerda.

El consumo de azúcar en Amata ha disminuido, pero Gameau considera que todavía queda mucho por hacer. "Sí, la Coca-Cola ya no se vende. Pero la educación se detuvo, porque perdieron la fuente de financiación", cuenta.

"Todavía beben Fanta, limonada y otras bebidas azucaradas, sin darse cuenta de que tienen tanto azúcar como la Coca-cola". A través de su fundación, The Mai Wiru Sugar Challenge Foundation, Gameau y Tregenza quieren continuar con el "proceso educativo" que se empezó en su día y "hacer saber a la comunidad que Coca-Cola no es la única bebida que contiene altas tasas de azúcar".

"Esperamos poder reducir las tasas de azúcar a las recomendadas por la OMS de aquí al año 2020", afirma.

"Marketing y manipulación"

Gameau vivió en primera persona los efectos que produce el azúcar en nuestro cuerpo, consumiendo durante 60 días productos que dicen ser "saludables", pero que contienen altas cantidades de azúcar.

"Nos estamos dando cuenta ahora de las técnicas que utiliza la industria alimentaria, en términos de marketing, para intentar hacernos creer que un producto es saludable, cuando en realidad no lo es".

"Es una situación muy similar a lo que ha sucedido con el tabaco", explica.

Gameau asegura que a los aborígenes les resulta especialmente difícil entender estos "trucos de marketing y de manipulación". Pero se siente optimista: sabe que es posible recuperarse tras el consumo excesivo de azúcar, él mismo pasó por esa experiencia tras la realización de su documental.

"El cuerpo es una herramienta muy poderosa y puede regenerarse de forma natural". Espera que los Anangu, o al menos las generaciones posteriores, puedan hacer lo mismo.

Y la clave, sostiene, "no es eliminar el azúcar por completo, sino reducirlo y consumirlo de forma responsable". "Estoy seguro de que el panorama en cuanto a la industria alimentaria será muy diferente en los próximos 20 años", dice, recordando la importancia de las redes sociales a la hora de difundir el mensaje.

Quizás, en menos tiempo del que pensamos, Mai Wiru acabe convirtiéndose en un concepto que todos comprendamos.

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